El reto de Elijah Hughes

Un mes exacto separa a Elijah Hughes de su segunda temporada en la NBA. El antiguo alumno de la Universidad de Syracuse fue seleccionado en la 39ª posición del draft de 2020 por los New Orleans Pelicans. Esa misma noche sus derechos serían enviados a los Utah Jazz a cambio de una futura segunda ronda y consideraciones económicas.

En la liga aterrizó con un cartel interesante dentro de los componentes de la denominada camada de medianías. Su perfil proyectaba un anotador exterior con una gran cantidad de recursos ofensivos y unas capacidades físicas adaptadas a la NBA de hoy en día. Los 19,0 puntos, 4,9 rebotes y 3,4 asistencias promediados en su último año universitario así lo atestiguaban.

Sin embargo, en Salt Lake City precisaban de un perfil muy distinto al que había cumplido hasta entonces como principal anotador y creador de juego. Con ambos roles más que cubiertos entre Donovan Mitchell, Mike Conley, Jordan Clarkson, Bojan Bogdanovic e, incluso, Joe Ingles, a Hughes se le pidió centrar su producción en la defensa y el tiro exterior. Y ninguno de ellos emergió como un punto fuerte durante su etancia en Syracuse.

Por si fuera poco, la temporada de debut de Hughes se acortó sustancialmente debido a un esguince de tobillo sufrido en enero, apareciendo en tan solo 18 partidos y un total de 64 minutos. El escolta-alero sí disfrutó de cierto protagonismo en la burbuja de la Liga de Desarrollo de Orlando. Allí promedió 14,2 puntos en sus cinco partidos disputados, aunque su inconsistencia en el tiro empañó su actuación: un 33,8% de acierto en tiros de campo y un 20,5% en triples.

Finalizado el estreno en la liga con un sabor bastante agridulce, tanto por el desenlace individual como colectivo, el jugador se puso manos a la obra de cara a preparar su año sophomore. Estos entrenamientos han ofrecido ya sus brotes verde al registrar una efectividad del 36,4% en triples en la Liga de Verano de Las Vegas. Un escenario del que no deben de sacarse más conclusiones que las justas y necesarias por su carácter escaparatista pero que sirvió para poner sobre la mesa una demostración tangible de su mejoría.

Esta actuación ha depositado la primera piedra de un camino doblemente importante para Hughes. En primer lugar, para demostrar que tiene cabida en la NBA. Y, en segundo y con relación al anterior, para ganarse un nuevo contrato el próximo verano teniendo en cuenta su condición de expiring (dispone de una oferta calificada para el curso 2022-23). Sea en Utah o en otro destino.

Aunque la actual plantilla de los Jazz es lo suficientemente amplia como para desplazar al jugador hasta lo más profundo de la rotación, la reciente rescisión del contrato de Jarrett Brantley puede suponer una inesperada oportunidad para recibir una pequeña dosis de minutos.

Además, otro contexto serviría también como aliado: la flexibilidad financiera de los Jazz es mínima tras haber superado el impuesto de lujo (el coste total de la plantilla será de 153 millones esta temporada), lo que podría empujar al cuerpo técnico y la organización a buscar soluciones sólidos entre los perfiles más jóvenes. En efecto, el núcleo de la plantilla envejece y no se atisba ninguna promesa emergente capaz de tomar el relevo con garantías. Porque Jared Butler es todavía una gran incógnita.

Mientras tanto, Hughes seguirá curtiéndose y evolucionando, muy posiblemente, en los Salt Lake City Stars de la Liga de Desarrollo. En el Equipo B trabajarán la depuración de su estilo de juego hacia menesteres que incluyen el tiro exterior y la defensa. Es decir, los Jazz tratarán de esculpir el juego de Hughes sobre un perfil de 3-and-D que su tamaño, envergadura y atletismo ya favorecen.

(Fotografía de portada de Steph Chambers/Getty Images)

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